El Congreso

MOTIVOS

La sociedad en la que vivimos es el resultado de una evolución cuyas raíces se pierden en el tiempo. Ese viaje colectivo a través del tiempo es la Historia. Su conocimiento constituye la conciencia de nuestra formación como pueblo, es decir, las claves que explican nuestro presente. Sin ella, careceríamos de nuestra propia conciencia. Es por eso que Cicerón ya afirmó que ignorar lo que sucedió antes de que naciéramos es ser siempre un niño, lo cual es válido tanto para la biografía de la persona como para la historia de la sociedad, que estarían ambos condenados a vivir en un presente atemporal. , sin proyecto de futuro. Por eso es necesario compartir la visión de John Berger de que la forma más efectiva de destruir el sentido de identidad es desmantelar y fragmentar sistemáticamente la historia, borrar el pasado, porque de esta manera se rompe toda capacidad de resistencia.

Pero podríamos retroceder mucho más en el tiempo; hasta los orígenes mismos de la Humanidad. Todas las sociedades han buscado siempre sus raíces en el pasado, y cuando no pudieron alcanzarlo con la certeza de la historia lo hicieron con la elaboración del mito. Conocer el pasado es una necesidad intrínseca de las sociedades humanas, ya que, como pensaba Agustín de Hipona en el siglo V, el alma (de la persona y de la sociedad, añadimos) reside en la memoria. Muchos siempre han creído que "ninguna educación es más adecuada que el conocimiento de acciones pasadas".

El triunfo del liberalismo político, que paulatinamente se fue afianzando en Europa tras la Revolución Francesa, a lo largo del siglo XIX, creó el ambiente propicio para el desarrollo de la historia tal como la concebimos hoy, dotada de metodologías que se aproximan a un cierto conocimiento del pasado, pero integrada al esquema político de la época, que perseguía la consolidación del llamado Estado-nación, frente a las concepciones imperiales y multinacionales del pasado feudal, y la historia se sujetaba a la misión de justificar la existencia de los Estados contemporáneos, buscando un pasado remoto en evolución hacia su conclusión en la creación del Estado actual, ignorando en cambio la existencia de otros marcos de sociabilidad diferentes. De este modo, las metodologías científicas con las que se dotó a la Historia se vieron limitadas por su puesta en servicio de un determinado programa político e ideológico.

Así, desde principios del siglo XIX, florecieron en toda Europa los llamados relatos nacionales (para ser exactos, del Estado-nación), de los que se extraían los currículos escolares, con un notorio sesgo de adoctrinamiento nacional, incluso chovinista, con un deseo de estandarizar programas que podría resultar ridículo, como para hacer creer a los escolares de las colonias que sus antepasados ​​eran los mismos que los de los europeos y los estados colonizadores sus patrias. Los hijos del Sáhara Español encontrarían a los íberos y los celtas en una prehistoria común y en la Reconquista contra los moros la gran gesta nacional.

Una lección de Geografía e Historia en el Congo Belga, hacia 1930 ("Queridos amigos, hoy les voy a hablar de su patria: Bélgica").
Los galos, antepasados ​​de todos los franceses.

Con tales premisas se le dio gran importancia a la Edad Media, pues no sin razón se percibió en este largo período de mil años la fase del surgimiento de las actuales naciones europeas y el arraigo de los estados modernos; precisamente los dos elementos (nación y estado) que, combinados, constituían el soporte por excelencia del modelo político liberal. En la Alta Edad Media sentarían las bases humanas (raciales) de las naciones y al final las bases del Estado Moderno.

Este lugar privilegiado de la Edad Media no sería ajeno a las propias dificultades de conocimiento que aún afrontaban las épocas más remotas de aquella época, y, por el contrario, a la excesiva proximidad de un Antiguo Régimen, aún en gran parte vigente, cuando la fundamentos de la sociedad contemporánea. La Edad Media, en cambio, ofreció mejores posibilidades de observación.

Pero al mismo tiempo que las historias oficiales iban evolucionando por ese camino, en las entidades nacionales apátridas se desarrollaba un esfuerzo intelectual similar, desde su perspectiva de nación cultural. Utilizando los mismos instrumentos epistemológicos, se demostró la existencia de una cultura, una lengua, una supuesta idiosincrasia, religión, raza; un pasado común y diferente, constatando así, con mayor o menor énfasis, la existencia de una nación, sin concreción política pero perfectamente identificable. Para todos los pueblos, y más aún para aquellos que han sufrido la mediación exterior de su historia, el descubrimiento del pasado representó "una resurrección", como dijo Michelet, el padre de la historiografía francesa moderna.

No es de extrañar, por tanto, que los primeros historiadores gallegos contemporáneos (Murguía y Vicetto), con su actitud reivindicativa hacia el país, militaran en el liberalismo progresista, entendiendo el proceso histórico como un camino de emancipación hacia mayores cotas de democracia.

Así, la investigación histórica iniciaba puntualmente su andadura en Galicia, al mismo tiempo que en el resto de Europa. Pero a partir de ese momento, al sacar a la luz la historia misma y comprenderla desde sí misma, la polémica se hizo inevitable con una interpretación oficial que privilegiaba la perspectiva centralista y otorgaba el monopolio explicativo a hechos que apuntaban en la dirección antes indicada, convertidos en motivos inexcusables. de extensión escolar.

En lo que se refiere a la Edad Media, tres obstáculos dificultaron su estudio en Galicia. En primer lugar, los prejuicios que generalmente gravitan en torno a la percepción de la época, pues los movimientos liberales del siglo XIX se dirigieron explícitamente contra un modelo de sociedad antagónico, el feudal, con una carga notoriamente peyorativa del término, sobre el que recayeron todos los géneros. de valoraciones negativas, y el feudalismo se identificaba con la Edad Media. En segundo lugar, en España pesaba únicamente el modelo historiográfico dominante, que sólo acomodaba una historia nacional y sometía las periféricas al esquema centralista, como episodios complementarios y sin coherencia fuera de él. Pero también, en tercer lugar, operó negativamente la evolución discontinua de la investigación histórica en la propia Galicia, incapaz de ofrecer un paradigma de la solidez suficiente para contrarrestar el impuesto por los medios oficiales.

Las sucesivas crisis (políticas y culturales) que sufrió, primero en la transición del siglo XIX al XX y luego tras el golpe del 36 y gran parte de la dictadura, llevaron a las respectivas interrupciones e incluso al retroceso en el proceso de redacción de la historia de Galicia, pero a partir de la década de 1970 se ha avanzado de forma continua, tanto en la exploración de las fuentes medievales, en particular el documental, del que existe un volumen muy considerable, como en su interpretación y, por tanto, en la elaboración de un recorrido historiográfico. discurso en el que la explicación de la evolución de nuestra sociedad va desplazando a los modelos tópicos, pues siguiendo la idea de J. Huizinga de que “la historia es la forma en que una cultura da razón de su pasado”, lo que hoy pretendemos es encontrar la explicación de nuestro presente libre de anacrónicos esencialismos políticos.

Al mismo tiempo, los rígidos esquemas metodológicos del pasado, que exageraban ciertos aspectos específicos de la complejidad histórica (por ejemplo, el derecho o la política sobre la economía), ceden ante las innovaciones introducidas por la historia económica y social y ante la necesidad de restaurar la vigencia de variadas aborda, con la vuelta a los sistemas narrativos, la revalorización de la cronología, el recurso al relato más cercano dentro de la concepción globalizadora de la historia total.

Esto facilita la transición entre el tiempo de investigación y el tiempo de divulgación, escapando de la erudición exclusiva para hacer socializar la historia, satisfaciendo una demanda notoriamente elevada del público, consciente de que en el pasado está la explicación del presente y necesitado de potenciar la autoconfianza. estima, porque, sin faltar a la verdad que reflejan las fuentes -sin las cuales, como acertadamente argumentaba el cronista portugués del siglo XV Fernão Lopes, actuaríamos con "sabiduría fantástica o voluntad perversa y maliciosa"- en la historia buscamos la mejor imagen de nosotros mismos

Puede afirmarse que las condiciones actuales de nuestra historiografía ofrecen condiciones suficientes para acometer el desafío de iluminar ese pasado de mil años respondiendo a la necesidad de recuperar nuestra memoria histórica.

La ocasión también presenta circunstancias de oportunidad, tanto porque la existencia de Galicia como reino tiene cierta relevancia, lo que estimula el interés del público por profundizar en su conocimiento, como porque, a cambio, su reconocimiento arrastra un evidente retraso respecto a otros territorios. que han constituido reinos y ya han celebrado eventos (Navarra, Granada) o lo tienen bien reconocido (Aragón-Cataluña). Coincidentemente, hoy en día cuenta con las favorables condiciones políticas que ofrecen algunas administraciones públicas (en este caso la Diputación Provincial de A Coruña), apoyo imprescindible para la celebración de eventos de esta naturaleza y con capacidad de difusión de los mismos.

Por otra parte, el legado cultural y artístico producido en aquella época y que nos transmite en cantidad y calidad muy satisfactorias, facilita un fructífero diálogo entre historia y patrimonio. Nos permite disponer de un marco incomparable de contextualización, demostrando así que el pasado no es algo superado, sino plenamente vigente en nuestra sociedad, de la que ese patrimonio, entre el que nos movemos cada día, es el elemento, no único, pero sí más visible. . Al mismo tiempo, la realización del evento propuesto otorga a este legado el valor añadido de ser difundido, ya que el conocimiento de su trascendencia por parte del público es la mayor garantía de su conservación y transmisión a las generaciones futuras.

Anselmo López Carreira
Curador científico